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Uno para todos y todos para uno

ABBAS KHAN  |  20 DE JUNIO 2020  |  TRADUCIDO DEL INGLÉS  |  ROUTED Nº10
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Imagen de Mallika Panorat par EU Civil Protection and Humanitarian Aid en Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

El nuevo coronavirus, conocido como COVID-19, constituye un desafío a la existencia humana como ningún otro hasta ahora. Esta pandemia no distingue entre unos y otros, haciendo a todo el mundo vulnerable. Países grandes y pequeños se están viendo sobrepasados por una amenaza invisible. Incluso el colapso económico resultante queda en un segundo plano cuando todos los esfuerzos se centran en la supervivencia. Sin embargo, los confinamientos y las medidas de distancia social han golpeado sobre todo a los trabajadores jornaleros, así a millones de refugiados. Mientras la mayoría de gobiernos han puesto en marcha medidas de emergencia para sus ciudadanos, los refugiados han quedado mayormente excluidos.

 

Los aproximadamente 2,7 millones de ciudadanos afganos que viven en Pakistán son igual de vulnerables a la pandemia y a sus consecuencias. Como la comunidad local, buena parte de estos refugiados han perdido sus ingresos diarios, haciéndolos aún más vulnerables.

 

Alrededor del 68% de los refugiados reside en centros urbanos, mientras que el 32% restante vive en 54 campos de refugiados, también conocidos como pueblos de refugiados. Es fácil acceder y asistir a los refugiados que viven en los campos; sin embargo, llegar hasta los refugiados urbanos es bastante complicado. Normalmente no hay datos disponibles sobre su estatus socioeconómico, lo que hace aún más difícil identificar a los más vulnerables para proporcionarles asistencia inmediata.

 

La disponibilidad de datos socioeconómicos precisos es absolutamente esencial para poder tomar decisiones rápidas e informadas en momentos de emergencia. El uso de tecnología para gestionar estos datos y conectar con los refugiados, especialmente los que viven en zonas urbanas, es de gran importancia.

 

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados desempeña un papel fundamental a la hora de proteger a los refugiados de los efectos de esta pandemia. No obstante ACNUR reconoce solo a los refugiados que poseen un certificado de registro o POR (“Proof of Registration” o certificado de registro), un documento que demuestra la identidad y proporciona residencia legal temporal y libertad de circulación a 1,4 millones de refugiados afganos registrados que viven en Pakistán. Además de realizar campañas masivas de concienciación y proporcionar equipos de protección, ACNUR también asiste a los portadores de POR más vulnerables durante esta pandemia con un programa de ayudas en efectivo. La agencia de Naciones Unidas para los refugiados también está ayudando al gobierno con material médico, incluyendo ambulancias de última generación. Las agencias donantes internacionales deberían dar más apoyo a ACNUR para lograr una respuesta más efectiva.

 

Los 1,3 millones de afganos restantes, que no poseen una tarjeta POR, no han logrado obtener aún ninguna ayuda digna ni del gobierno ni de agencias de la ONU. El 70% son mujeres y niños, y se necesita una respuesta inmediata. Si se les deja solos, sin ayuda, muchos refugiados vulnerables podrían quedar excluidos del sistema.

 

El gobierno de Pakistán, así como las agencias de la ONU, debe tomar nota de esta línea divisoria, ya que ignorar a alguien por carecer de documentos no es un enfoque inteligente en una pandemia global que no hace distinciones. “Uno para todos y todos para uno” debe ser nuestro principio rector. 

 

Por suerte, muchas ONG y filántropos locales han acudido al rescate de estos refugiados vulnerables que no reciben ayudas, lo que muestra un vínculo estrecho de convivencia social entre los refugiados y las comunidades receptoras. Al mismo tiempo, muchos refugiados están en la primera línea, sirviendo a la comunidad receptora como profesionales médicos y paramédicos.

 

Además, las organizaciones de refugiados también han respondido inmediatamente a los casos más vulnerables y les han proporcionado la asistencia necesaria. Dado que estas organizaciones proceden de la misma comunidad, una respuesta efectiva e inmediata es ya en sí misma una fortaleza. Sin embargo, las capacidades reducidas y los recursos financieros limitados hacen que su impacto sea moderado.

 

Estas organizaciones suelen estar lideradas por jóvenes refugiados: el voluntariado, por tanto, se presenta como un recurso natural. Las Naciones Unidas y otras agencias donantes necesitan trabajar con estas organizaciones, aumentando sus habilidades de liderazgo y dándoles acceso a los fondos necesarios. Reconocer a los refugiados como parte activa e implicarlos en la toma de decisiones sobre su futuro y su bienestar contribuirá a crear resiliencia.

 

Pakistán ha albergado con orgullo millones de refugiados durante más de 40 años y aún sigue haciendo lo que puede; sin embargo, ayudar a millones de refugiados no puede hacerse sin ningún apoyo global significativo. Tanto Pakistán como ACNUR necesitan apoyo internacional de inmediato para gestionar y ayudar a los refugiados de manera más eficiente.

 

Esta pandemia acabará pronto; pero el mundo probablemente nunca vuelva a ser el mismo. Con un nuevo orden social en el horizonte, se hace aún más importante revisar el marco actual de gestión de los refugiados. Un programa de recuperación a largo plazo para contrarrestar los efectos negativos de esta pandemia sobre los refugiados sería recomendable. Especialmente, las mujeres y niños que están pasando por estos momentos traumáticos necesitarán apoyo psicosocial para volver a llevar una vida normal. Deben hacerse esfuerzos para crear resiliencia entre las comunidades de refugiados, para estar preparados frente a desafíos así en el futuro. Una educación de calidad, un ambiente sano y oportunidades para desarrollar una forma de vida digna garantizarán que los refugiados puedan hacer frente a desafíos así por sí mismos.

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Abbas Khan

Abbas Khan, Comisario para los Refugiados Afganos en la provincia de Jaiber Pastunjuá, Pakistán. Soy un funcionario de carrera con veinte años de experiencia en varios ámbitos de la gobernanza y la formulación de políticas, especialmente dedicado al desplazamiento forzoso y al desarrollo juvenil de los refugiados. Soy exalumno de la Escuela Internacional de Verano de Migraciones Forzosas de la Universidad de Oxford. También realicé estudios de Derecho Internacional de Refugiados en el Instituto Internacional de Derecho Humanitario de San Remo, Italia. Me gustan la música trance y el baloncesto.

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