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Humanidad perdida en los recursos humanos: La recuperación económica en Italia a través de la explotación del trabajo migrante durante el COVID-19

PAMELA KERPIUS & NICK O'CONNELL  |  20 DE JUNIO 2020  |  TRADUCIDO DEL INGLÉS  |  NÚMERO 10
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Gran Ghetto, Foggia, Italia. 8 de octubre de 2019. ©Pamela Kerpius.

Llegamos a una estación de cosechas estivales en Italia marcada por el COVID-19, y con él la escasez de alimentos y de mano de obra. Por ello, se está invocando la asistencia de la comunidad migrante. Pero lo que se refleja en esta petición de ayuda es una idea arraigada de que los migrantes no son valiosos por su humanidad, sino por cuestiones de conveniencia práctica del momento.

 

Fabulous, nigeriano, fue rescatado del Mediterráneo en noviembre de 2016. Desde ese momento aprendió sobre todo a quedarse en casa. No había ningún sitio donde ir en su nuevo hogar, un pueblecito en el sur de Italia, una región agrícola. Sigue allí hasta hoy, casi cuatro años más tarde, sin trabajo contratado mientras espera por los resultados de su solicitud de asilo.

 

Ni él ni los habitantes del pueblo sabían lo suficiente del idioma del otro cuando llegó 11 horas después de su desembarco en Catania, Sicilia, ni siquiera para decir hola. Los vecinos estaban asustados, decía. En cualquier caso, los únicos zapatos que tenía para el invierno eran un par de sandalias de goma que recibió como una donación después de su rescate. Hacía demasiado frío para salir. Era demasiado difícil intentar conectar con una sociedad que apenas se dignaba a saludarle.

 

“Aprendí a tener paciencia”, dijo Fabulous, mientras el mundo a su alrededor se retraía por miedo.

 

El duro aislamiento de la distancia social tal vez haya sido una experiencia nueva para individuos y comunidades conforme la pandemia de COVID-19 se extendía por el mundo en 2020. Pero para personas como Fabulous en la comunidad migrante de Italia es algo que llevan años sintiendo.

 

Es un experto en distancia social, aunque sin haberlo querido. El aislamiento no es una elección para la comunidad migrante, sino un efecto de una dinámica política de exclusión dominada por la extrema derecha italiana, que ha negado el valor básico de los migrantes como seres humanos; pero el sentimiento es generalizado.

 

“Nuestras vidas no son muy diferentes con el confinamiento, porque antes solo solíamos interactuar con las personas con las que vivimos y [con otros migrantes] en nuestros lugares de trabajo”, dijo Fabulous

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Trabajadores del campo a lo lejos, junto a la carretera hacia el Gran Ghetto. Foggia, Italia. 8 de octubre de 2019. ©Pamela Kerpius.

El discurso político dominante ha definido a las personas como Fabulous como una carga para la economía y una amenaza para la cultura. En el mejor de los casos, si se le llega a aceptar, será oportunistamente al servicio de la economía agrícola italiana que, si antes del confinamiento del coronavirus pasaba por dificultades, ahora se encuentra cercada.

 

Por esto, el gobierno italiano ha concedido recientemente una amnistía temporal de seis meses miles de migrantes indocumentados para aliviar la escasez de mano de obra y de alimentos antes mencionada.

 

Anteriormente, los migrantes indocumentados declaraban ganar apenas unos pocos euros a la hora por el extenuante trabajo de recoger verduras y frutas. Peter, por ejemplo, es un migrante de Sierra Leona que vive en la región sur de Puglia, en el famoso Gran Ghetto cuyos habitantes sirven como mano de obra agrícola local. En otoño de 2019 dijo que ganaba cinco euros por hora, estirándose y esforzándose para recoger tomates, calabacines y espárragos.

 

En 2017, Fabulous cosechaba tabaco en una granja en la región de Campania que le pagaba 10 euros por una jornada completa de 8 horas. Al mismo tiempo, Yanks, un hombre gambiano también en la región de Campania, ha dicho que el trabajo en la cosecha de nueces le pagaba 25 euros por una jornada que podía llegar a durar diez horas. Cuando la bolsa de nueces que había recogido estaba completa, pesaba 100 kilos.

 

Estas cifras serían un escándalo si no fuesen tan comunes. Como Fabulous y otros han dicho, cuando hay que elegir entre mal trabajo o ningún trabajo, aceptar condiciones inadecuadas y salarios injustos siempre podrá más.

 

O casi siempre. 

 

Fabulous ha negociado mejores tarifas para sí mismo, consiguiendo subir el salario de 10 euros en la granja de tabaco hasta los 25. Más adelante, no tuvo éxito en un trabajo en una industria procesadora de madera que se negó a subir su tarifa de 30 euros al día a 55, el salario que cobraban todos los trabajadores italianos contratados a su alrededor. Dejó el trabajo en señal de protesta por la explotación.

 

Era dignidad humana lo que estaba pidiendo entonces, exactamente la misma cosa que la política italiana se ha negado a reconocer y promover a través de planes de integración económica y social.

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Fabulous (I) and Andrew (D), ambos nigerianos, en Limatola, Italia. 27 de octobre 2019. ©Pamela Kerpius.

La práctica italiana del cierre de puertos y su rechazo a salvar vidas humanas en el mar ha marcado las pautas sobre la poca consideración de la humanidad para los poderes dominantes en el país. Si bien no es una sorpresa ver que se invoca a los migrantes por una cuestión de conveniencia, la pregunta incómoda sigue sobre la mesa: ¿cómo puedes tener un recurso humano sin reconocer primero lo humano?

 

Las personas que tuvieron la suerte de llegar a las orillas de Italia son ahora desafortunadas en el trato que reciben en tierra. Despreciados por estar ahí, Italia puede ser un lugar sin esperanzas para las personas que ya han sufrido violanciones de derechos humanos en Libia y que cruzaron el Mediterráneo en medios tan precarios como lanchas hinchables.

 

El gobierno italiano ha declarado que sus costas no son aptas para recibir a migrantes en apuros apuntando a preocupaciones sanitarias. Las autoridades sugieren que los migrantes están mejor en Libia que en la Europa confinada. Pero esto pasa por alto la realidad de las personas que tienen que elegir entre vivir en una zona de guerra y sufrir torturas en Libia o escapar a Europa donde hay un mayor riesgo de contagiarse del virus. En una situación así, el virus se convierte en una preocupación trivial.

 

La pandemia actual ha puesto de relieve cuál es el motor de la migración hacia Europa y ha refutado elementos de la retórica nacionalista y xenófoba: en medio de una de las crisis sanitarias más severas de los últimos cien años, la gente aún sigue corriendo para escapar de Libia, sigue arriesgando sus vidas en el mar porque es una alternativa más segura que la inmovilidad.

 

En este contexto, dar los primeros pasos hacia una economía estable requiere valorar la humanidad de la comunidad migrante. Los nuevos vecinos en Italia son precisamente eso: personas que ya están allí, cuya existencia es cierta y valiosa, independientemente de lo que diga la agenda política dominante.

 

“Sin estas personas, la agricultura italiana se hundiría”, dijo un representante del mayor sindicato de Italia.

 

Es decir, con esta amnistía de corto plazo, Italia sigue cubriendo una necesidad permanente de mano de obra como si fuese temporal. Sin ver el valor humano de la comunidad migrante, continúa considerándose exenta de responsabilidad respecto a su integración y bienestar, como si fuese ajena a las personas que son necesarias y están dispuestas a ser parte.

 

“Estamos muy felices de que Italia nos salvara la vida”, dijo Ousman, gambiano y miembro de la comunidad migrante en Italia, después de su rescate en Lampedusa.

 

Ahora esperamos a ver si Italia expresará lo mismo por él, Fabulous y otros como ellos que están salvándola en una estación de cosechas con COVID-19, no solo en términos económicos sino también humanos. La clase de reconocimiento que todos, desde un individuo hasta una nación entera, necesitamos para salir adelante.

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Pamela Kerpius & Nick O'Connell

Pamela Kerpius es fundadora y corresponsal para Italia de Migrants of the Mediterranean (MotM). Desde 2016 ha documentado historias individuales de migración en Lampedusa, Sicilia, y en otros lugares de Italia. Nick O’Connell es analista político de políticas migratorias europeas para MotM. Migrants of the Mediterranean es una organización humanitaria que recoge las historias de los viajes migratorios de personas desde sus países de origen hasta Europa, como archivo histórico. ​

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