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“Por favor, ¡no apagues el fuego!”: Viajar con çaydanlık y té turco

ZEYNEP AYDAR  |  15 DE AGOSTO 2020 |  TRADUCIDO DEL INGLÉS  |  ROUTED Nº11
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Los turcos tienen una relación obsesiva con el té turco. Empleo la palabra “obsesiva” porque el té turco se sirve y consume constantemente, en cualquier ocasión en que sea posible, varias veces al día. Es un elemento esencial y ocupa un lugar señalado en la vida diaria. Pero, ¿qué significado y función tiene en la vida de un migrante? Esa es la pregunta sobre la que reflexiono en este artículo, desde mi propia experiencia como inmigrante.

 

La çaydanlık, la tetera turca, tiene dos partes. La parte más grande sirve para hervir el agua. Una porción del agua hervida se añade entonces al recipiente superior, más pequeño, que contiene varias cucharadas de hojas de té. El proceso de cocción lleva unos 15 minutos, y después de esto el fuego se deja siempre encendido para permitir que el agua continúe hirviendo y asegurar que el té permanece listo para beberse durante horas. El té turco tiene una presencia dominante en todas las esferas de la vida cotidiana turca, tanto pública como privada.

 

Sorprendentemente, a pesar de ser un elemento central de la cultura, el té turco no tiene varios siglos de antigüedad. Las primeras huellas del té turco se remontan a la última época del Imperio Otomano, con la llegada de inmigrantes rusos y balcánicos. Sin embargo, el té no se generalizó hasta después de la Primera Guerra Mundial, con la fundación de la actual República de Turquía en 1923. Anteriormente, el café turco era la bebida de consumo más habitual en la vida cotidiana. Después de la pérdida territorial de Yemen, la fuente de café para Turquía, el café pasó a importarse desde Brasil, con lo que el acceso se hizo más difícil y subieron los precios. En consecuencia, el nuevo gobierno promovió oficialmente el té turco a través de la planificación de zonas públicas como jardines de té y plantaciones de té en la costa septentrional de Turquía. Estos se diseñaron en el marco del plan de modernización —un plan dirigido a transformar el antiguo Imperio Otomano en un Estado-nación moderno y secular como los europeos.

 

Hoy en día, el té turco es más que una bebida con significados y funciones; es un instrumento para socializar en casa, en el trabajo, en las cafeterías y en los jardines de té. Es un detalle simbólico que se sirve a un invitado para mostrarle hospitalidad y amabilidad; un mecanismo de apoyo para facilitar conversaciones íntimas; y un elemento rutinario que acompaña cualquier ocasión cotidiana, desde esperar en una peluquería o una estación de autobuses, hasta tomar el desayuno o celebrar reuniones de negocios.

 

Cuando prepare la maleta para mi andadura migrante en 2016, mi çaydanlık estaba entre los objetos más importantes. Compré una de tamaño muy pequeño precisamente con el propósito de llevarla más fácilmente por el mundo. Mi çaydanlık acabaría viajando a Alemania, después a Argentina y Tailandia, y finalmente de vuelta a Alemania. Dado que procedo de una familia que empieza y acaba el día con té turco, mi tetera ocupa un lugar en mi vida como medio de celebraciones, intercambios, experiencias compartidas e incluso penas. El té estaba presente cuando me dieron plaza en la universidad, cuando perdí a mi abuelo, cuando rompí con un novio y cuando celebré mi graduación. Mi camino no hubiera sido completo sin este compañero esencial.

 

Esto trae a la mente el libro In Small Things Forgotten (“En las pequeñas cosas olvidadas) de James Deetz, que trata de la cultura material y en especial de cómo algunos objetos reflejan realidades más allá de sí mismos. Sostiene que objetos que parecen insignificantes y pequeños son útiles para entender las complejidades de las culturas. En este sentido, la çaydanlık tiene mucho que decir al respecto. Tiene un valor simbólico que, como inmigrante, pretendo llevar conmigo. Intenté traer algo más que una simple bebida. Traje conmigo una parte de lo que suelo entender como “hogar”.

 

Esta noción de hogar ha sufrido grandes transformaciones durante mi movilidad al cruzar las fronteras. Conseguí sentirme “en casa” en varios lugares gracias a mi çaydanlık. Ahora solo la disfruto individualmente cuando quiero sentir mi conexión con Turquía, evocar una sensación de familiaridad, como por ejemplo los domingos por la mañana a la hora del desayuno. Así, la función de la çaydanlık ha pasado de ser un accesorio de socialización a ser un elemento de unión, que empleo para renovar mis vínculos en el ámbito privado. Ahora solo hiervo el té de vez en cuando, en lugar de beberlo en compañía a diario.

 

De manera más visible, el lugar donde tomo té ha cambiado por completo y se ha reducido a la esfera privada. Durante mi recorrido migratorio por Alemania, Argentina y Tailandia, solo en encontré oportunidades de disfrutar de formas de vida turcas en la esfera pública en Alemania, debido a la existencia de una comunidad turca. Sin embargo, las casas de té en Alemania son sobre todo exclusivas para hombres, lo que me llevó a empezar a tomar té en el ámbito privado como mujer inmigrante. En Argentina, las discusiones en mi apartamento eran constantes, ya que no todos mis compañeros eran conscientes de que el té turco necesita hervir sin interrupciones hasta que termina de beberse. Esta confusión solía hacer que muchos de mis compañeros de piso apagasen el fuego antes de acabar de beber el té. Durante mi investigación de campo en Buenos Aires con turcos expatriados, les pregunté si preferían el té turco o el mate, una bebida rica en cafeína considerada el equivalente del té turco en Buenos Aires. El mate también se bebe a lo largo de todo el día en un recipiente específico, a través de una pajita o bombilla que se comparte con amigos y familiares en un ambiente social. Todos los participantes comunicaron su preferencia por el té turco; sin embargo, en Buenos Aires solo bebían mate. Aunque esto indica un cambio en los hábitos de consumo, la relevancia del té turco sigue siendo crucial. Por otro lado, en Tailandia no era ni siquiera posible tomar té turco, porque la mayor parte de los apartamentos no tienen cocinas debido a la extendida cultura de comprar la comida en los puestos de la calle. Estas diferencias contextuales afectaron a mi forma de llevar conmigo y poner en práctica el “hogar” con mi compañera la çaydanlık.

 

En definitiva, el té turco puede acarrear varios significados en la vida de un migrante, dependiendo del individuo, el lugar y el contexto. Mi çaydanlık se ha transformado en un elemento transcultural que ha viajado alrededor del globo y ha acabado por darse forma a sí mismo e integrarse en las situaciones y contextos específicos en mi andadura a través de las fronteras. El viaje la transformó en un elemento de vinculación y consuelo del que disfruto sola, sin compañía, para tener una sensación de familiaridad, mantener las conexiones y desplegar mis lazos con Turquía.

 

La cultura material se configura a sí misma a través de las actividades transfronterizas. Dado que las culturas no son fijas, sino dinámicas, los objetos también están abiertos a cambios en el curso de la migración. Por tanto, es fundamental explorar los viajes de los materiales culturales migrados para profundizar nuestra comprensión de la integración de los inmigrantes. Cuatro años después de mi migración, sigo usando la misma çaydanlık, sintiendo el sabor nostálgico que deja el té, preguntándome sobre sus muchas transformaciones posibles en el futuro.

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Zeynep Aydar

Zeynep es estudiante de doctorado en Sociología en la Universidad de Duisburg-Essen e investigadora docoral en ILS – Research Institute for Regional and Urban Developmente. Después de realizar un Grado en Sociología y Cultura Arquitectónica en Middle East Technical University en Ankara (Turquía), se trasladó a Alemania y estudió un Máster en Estudios Globales en la Albert-Ludwigs-University Freiburg y en FLACSO Argentina. También pasó un semestre en la Chulalongkorn University, en Bangkok (Tailandia) durante sus estudios de máster. Siendo ella misma inmigrante, le interesa la investigación sobre migraciones, migración cualificada e integración desde una perspectiva espacial. Además, le encanta la música clásica. Se le puede contactar a través de Zeynep.aydar@ils-forschung.de.

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